La nueva cara del envase del futuro


Por: Dra. Soledad Bolumen
La sustentabilidad es una tendencia global que nace de una exigencia de la sociedad, de los consumidores, de cuidar y preservar nuestro planeta. Y no es para menos si se tiene en cuenta que se necesitan entre 100 y 400 años para la degradación de las bolsas y películas de plástico, omnipresentes en la civilización moderna.

La industria del envase y el embalaje representa un eslabón muy importante de la cadena de suministro y, por esa razón, tiene un papel fundamental en esta toma de conciencia. El reto está en desarrollar nuevos materiales con propiedades mejoradas, más sostenibles y económicamente viables, que a su vez sigan cumpliendo con los requerimientos necesarios para realizar la función básica del envase: contener, proteger y conservar, informar y facilitar la distribución y consumo del producto.
En la actualidad existe un gran número de tipos de empaques. Sin embargo, los consumidores a veces no cuentan con la información suficiente para decidirse por aquellos que sean amigables con el entorno.

En la industria de envases y embalajes muchas son las consideraciones a tener en cuenta para la optimización de la producción con el menor impacto medioambiental posible, sin perder de vista las demandas y necesidades de los consumidores. Se trata de vincular lo ecológico, lo económico y lo social; de favorecer el crecimiento y competitividad de la empresa, manteniendo la calidad, seguridad alimentaria, comodidad de consumo y uso.

Para lograr un envase más sustentable, deben tenerse en cuenta los siguientes aspectos:
- Reducir materia prima, tanto del envase como del embalaje.
- Simplificar y unificar los materiales facilitando el reciclaje.
- Adaptar el diseño a los requerimientos de conservación del producto y uso final, así como a las condiciones de manipulación, almacenamiento y transportación.
- Introducir nuevos materiales, más biodegradables o reciclables.

Se plantea como una reducción del impacto ambiental a aquellas acciones destinadas a disminuir los consumos de agua, menores o nulas emisiones de C02, menor consumo eléctrico, mayor eficiencia energética, mejor uso de los recursos o materias primas, procesos más eficientes, desde la distribución del producto hasta su almacenaje, aprovechamiento del producto, posibilidad de reutilización, disminución de la cantidad de residuos, entre otras.

El mercado de la alimentación es el principal consumidor de envases y embalajes plásticos, a partir del cual se genera una gran cantidad de residuos, que muchas veces no es gestionado adecuadamente. En este sentido, se plantean alternativas como los envases reciclables o reciclados, biodegradables o compostables, reutilizables y ecoetiquetados.

Apuesta por la reutilización
La primera alternativa es mejorar la capacidad de reciclado de los envases plásticos, un reto que en la actualidad se dificulta porque estos tienen cada vez estructuras más complejas (para mejorar sus propiedades mecánicas o aumentar la vida útil de los productos). Ello complejiza la separación de materiales, su compatibilidad y su posterior reciclado.

Otra alternativa son los envases fabricados a partir de materia plástica reciclada. Suponen una reducción del consumo de materia prima virgen, lo que implica una disminución del impacto ambiental en la extracción de la misma y en general en el consumo energético.Los envases reutilizables también son una posibilidad interesante. Cuando el envase, tras diferentes usos presenta una deficiencia, se convierte en un residuo.

Materiales biodegradables
Hoy los envases biodegradables, o los denominados biopackaging, ecopacking, bioplásticos… son una realidad. Se caracterizan por su capacidad para ser degradados por la acción de microorganismos en un tiempo relativamente corto, dando lugar a dióxido de carbono, agua, sales minerales y nueva biomasa. Estos pueden ser transformados mediante las técnicas actuales de procesado de materiales plásticos.

Pueden extraerse de la biomasa, como la celulosa o el almidón, o bien pueden ser producidos por microrganismos como los polihidroxialcanoatos (PHA). Los que mayor cuota de mercado poseen son aquellos que proceden de monómeros naturales que se han polimerizado sintéticamente como el poli (ácido láctico) (PLA) o los almidones termoplásticos (TPS).

Los bioplásticos presentan, entonces, algunas ventajas significativas. Con ellos no solo se reducen los materiales poliméricos procedentes de fuentes no renovables, como el petróleo. También favorecen la disminución de las emisiones de CO2 y proporcionan una reducción de los vertederos. Como si no fuese suficiente, son valorizados como fertilizantes o compost, y para producir biogás mediante la fermentación.

La técnica del “tatuado” láser
Una nueva forma de etiquetado de alimentos con láser se avizora como alternativa revolucionaria, ya que ahorrará millones de envases de plástico o cartón, con la consiguiente reducción de la huella de carbono. Se trata de una forma novedosa de marcar los productos y brindar toda la información necesaria sobre los mismos, sin necesidad de envoltorios de plástico, cartón, o pegatinas. Como es de suponer, reduciéndose el número de embalajes que hay que reciclar o fabricar, disminuye la cantidad de energía necesaria para su transformación.

Según los expertos, con esta tecnología no se daña el interior del alimento ya que se aplica de forma muy superficial, a modo de tatuaje. Al parecer no afecta su sabor, ni su caducidad, ni sus propiedades. Se puede leer la información del producto sin necesidad de añadir sustancias adicionales (como ocurre con los pegamentos de las etiquetas de casi todos los alimentos frescos, como frutas o verduras).

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