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A la caza del impostor de vinos

Los impostores son aquellos que, en lugar de orientarnos hacia el disfrute de un buen vino, prefieren centrarse en el peso simbólico de las marcas y en los puntos, adoptando el papel de grandes conocedores


Portador de mensajes más o menos descifrables, el vino es un arma de posicionamiento social del que también se valen — qué remedio— los impostores.
Aquellos que, en lugar de orientar su sensibilidad hacia el placer que nos puede ofrecer un buen vino, han preferido centrarse en el peso simbólico que tienen las marcas y en la estrategia para ganar puntos adoptando el papel de grandes conocedores.

Para apuntarse al engaño, basta con repasar un par de guías vinícolas de reciente edición, reteniendo el nombre de unos cuantos vinos del podio: los más valorados por el crítico o el comité de cata que firma la guía.
Suficiente para estar al día en el mundillo de los vinos de moda y fardar de ello.
La trampa funciona mejor si, además, el impostor es capaz de incorporar a su lenguaje una veintena de aquellos palabras que inundan el léxico del catador: complejidad, volátil, cassis, sotobosque, retrogusto, balsámico, persistencia, tanicidad...

Si el mentiroso posee el suficiente sentido común para enlazar estos términos con cierto orden lógico, la farsa parecerá casi perfecta.

Pero incluso así se puede desmontar la engañifa. El método infalible consiste en someter al impostor a una cata a ciegas, donde tenga que describir e identificar unos cuantos vinos sin ayudarse de la lectura de la etiqueta.
En estas circunstancias, los argumentos del falsario enópata se desmoronan por sí solos. Pero si no se quiere llegar a una situación tan violenta, que le pondrá irremediablemente en ridículo, alcanza con invitar al embustero a una copa de un vino procedente de algún viñedo exótico —Uruguay, la India, Eslovenia...—, enfrentarlo a una copa de un gran vino demodé —un oloroso jerezano, por ejemplo— o, peor aún, pedirle que nos explique la clasificación de los blancos alemanes.

Como a fin de cuentas —y a pesar de los caprichos de la moda y las estrategias de los directores de marketing— el vino es una materia noble, la verdad siempre acaba emergiendo. Y los falsos expertos, humillados, porque en su estrategia ignoran lo esencial: que el disfrute es la única vía para el conocimiento y que en la experiencia reside la sabiduría. Cuantos más vinos hayamos probado, mejores catadores seremos. Y defendiendo aquellos que nos hayan procurado un placer auténtico, seremos tan sabios como el que más.
Autor: Federico Oldenburg
Fuente: https://www.vinetur.com/2015122322221/a-la-caza-del-impostor-de-vinos.html


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