La vitivinicultura en perspectiva


Los autores afirman que la inversión en investigación y desarrollo es el motor del cambio tecnológico estructural en el largo plazo.

Aldo Biondolillo y Juan Pedro Brandi - Facultad de Ciencias Económicas - Universidad Nacional de Cuyo
En estos días la vitivinicultura se encuentra en una situación compleja con una importante pérdida de rentabilidad, menor dinamismo de las exportaciones y un dificultoso panorama para 2016. Sin embargo, en este artículo proponemos plantear una visión de largo plazo para poder estilizar las fortalezas y los elementos de la gobernanza del sector a fin de encontrar respuestas a los desafíos actuales y futuros.

La cadena vitivinícola argentina es ampliamente reconocida como un caso “exitoso” y su estudio ha despertado el interés de académicos, empresarios y hacedores de la política pública a nivel global.

Hay un amplio consenso acerca del significativo avance experimentado por el sector en las décadas de los ’90 y 2000 estuvo basado en un cambio estructural que incluyó la reconversión de viñedos, la modernización tecnológica de las bodegas y el desarrollo de un alto nivel gerencial, todo ello acompañado por una inversión de riesgo sin precedentes. Por otra parte, en términos analíticos, la vitivinicultura presenta una trama histórica densa, con un conjunto de actores económicos bien identificados y una caracterización territorial que hacen de este sector un objeto de estudio recurrente cuando es analizado desde una perspectiva interdisciplinaria.

El propósito de la presente nota es aportar al debate actual sobre el cambio estructural de la vitivinicultura argentina, un análisis dual basado en la combinación de los enfoques de las fortalezas y gobernanza.

En primera instancia destacamos que la producción vitivinícola se desarrolla en condiciones de mercados imperfectos, donde los precios son el resultado de una negociación asimétrica entre el poder de compra de una demanda concentrada en pocas empresas y una oferta atomizada en manos de miles de productores.

En este contexto, las fortalezas son el resultado de la interacción entre los factores internos propios de la unidad productiva y las fuerzas externas que operan dentro de un determinado marco de organización comercial. Las fortalezas de las empresas dependerán de la forma en que el productor utiliza sus recursos y se relaciona con los mercados.

Conjugamos el anterior análisis con el enfoque de gobernanza, que se refiere a la manera en que son gobernadas las relaciones entre los diferentes actores involucrados en la cadena de valor vitivinícola. Ella nos permite entender las relaciones entre empresas y los mecanismos institucionales mediante los cuales se establecen las acciones de coordinación de las actividades de la cadena por fuera del mercado. Con miras a la definición de la política pública sectorial, en este enfoque es necesario incorporar explícitamente el eje de la institucionalidad al análisis de la cadena y así evitar que lo que se acuerde por “consenso” se desvirtúe después en los organismos de aplicación.

El aspecto más importante de este enfoque no es la tipología de gobernanza per se. Su relevancia radica en la comprensión de los factores que determinan el tipo de relación entre los actores.

La gobernanza del “mercado” prevalece cuando las especificaciones del producto son relativamente simples y los viñateros pueden producir sus uvas con poca participación de las bodegas. En el caso de la gobernanza de tipo “modular”, las normas técnicas simplifican las interacciones entre los vendedores de uva y las bodegas compradoras por medio de determinadas especificaciones acerca de la producción y el manejo del viñedo.

Un ejemplo de este tipo de gobernanza sería aplicable al caso en que una variedad de uva, por ejemplo malbec, es producida en una región agroecológica muy favorable para su desarrollo cualitativo y donde la interacción productor-bodega es muy relevante debido a su complejidad; a punto tal que la bodega a menudo exige el cumplimiento de especificaciones particulares sobre el producto, ofreciendo a cambio pagos anticipados para la compra de agroquímicos y/o la realización de tareas culturales intensivas en mano de obra.

Cuando la gobernanza es de tipo “relacional” la clave está en la existencia de un intercambio de conocimiento tácito entre compradores y vendedores y podría ser el caso de la producción de uvas blancas de diferentes variedades de altos rendimientos y bajo valor enológico relativo, que pueden destinarse a usos alternativos como vino base para la elaboración de espumosos, vinos blancos para su exportación a granel o mosto concentrado. El viñatero genera un vínculo de relacionamiento comercial con la industria a través de la confianza construida a lo largo del tiempo.

Una gobernanza de tipo “cautivo” se da cuando la capacidad de codificar el producto es alta, lo mismo que el cumplimiento de las especificaciones técnicas del mismo, pero el poder de negociación del productor es muy bajo. Ejemplos de este tipo de gobernanza podemos encontrarlos en regiones de producción más amplias que concentran la producción de variedades “criollas”, sin atributos cualitativos para un destino comercial específico. En este caso, los productores se encuentran por lo general cautivos de las bodegas compradoras. Finalmente las formas “jerárquicas” de gobernanza están regidas por una gran necesidad de intercambio de conocimiento tácito así como la necesidad y efectividad del manejo de una compleja red y del control estratégico de recursos.

Por ejemplo: los nombres de destacados enólogos argentinos o extranjeros que trabajan en nuestro país, son prácticamente marcas comerciales en el mundo del vino y ellos no pueden codificar las especificaciones tecnológicas de sus vinos por la imposibilidad de transferirlas a viñateros que estén en capacidad de cumplirlas. En este caso la bodega opta por una estructura jerárquica de producción, desarrollando cada una de las etapas del proceso agroindustrial.

Conocer las formas como se gobiernan las cadenas agroalimentarias de valor permite ver cómo influyen ellas en el ascenso económico y social de los productores, entendido éste como el “incremento del valor agregado de la cadena por acción de la innovación”.

Con el propósito de poner a prueba la metodología propuesta realizamos un estudio de casos que nos permitió comparar dos experiencias concretas, una de ellas en California y la otra en Mendoza, y los resultados obtenidos nos permiten convalidar nuestra hipótesis de que la “inversión en investigación y desarrollo” es el motor del cambio tecnológico estructural imprescindible para una vitivinicultura sustentable en el largo plazo.

En el caso argentino, la bodega Tempus Alba pone en marcha un ambicioso programa de selección clonal de malbec cuya implementación trajo aparejada una mejora sustantiva de sus recursos propios derivada de la creación de un espacio de investigación y desarrollo, dedicado a la búsqueda de una mayor diferenciación del producto a partir del óptimo aprovechamiento de la diversidad genética de dicho varietal. Este vínculo permitió transitar un cambio estructural individual que se tradujo en un fortalecimiento interno (fortalezas) y en una mejora sustantiva del posicionamiento de la empresa en la cadena de valor (gobernanza).

Debe notarse que este tipo de innovación es un proceso de largo aliento, que en el caso analizado insumió 10 años desde las primeras acciones hasta lograr un resultado satisfactorio: el advenimiento de un nuevo producto “blend de clones de malbec” de un “viñedo único” y un mayor posicionamiento de la empresa en la cadena de valor.

Finalmente, ilustramos como el mayor conocimiento adquirido por la empresa innovadora fluye hacia el resto de la cadena vitivinícola, generando una externalidad positiva que se puede internalizar mediante instrumentos adecuados de política pública. Así, tanto la empresa innovadora como el grupo de productores adoptantes de la genética seleccionada pueden cambiar de gobernanza mejorando su posición relativa.

Hoy en día nos encontramos debatiendo rentabilidades, tipos de cambio, fondos específicos, precios y situación salarial. Sin menoscabo de que las mismas son variables críticas del momento, nos parece importante destacar que no debemos perder la perspectiva de largo plazo y que aun en contextos adversos, empresas con vocación innovadora y dispuestas a invertir en conocimiento pueden mejorar sus fortalezas insertándose en una gobernanza ventajosa. 

Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/la-vitivinicultura-en-perspectiva

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