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Cuidado con la copa, ¡que no le maltrate el vino!


El fabricante más antiguo y famoso del mundo, Riedel, propone centenares de modelos, casi tantos como tipos de vinoOjo con la copa que utiliza usted para beber porque es probable que si no emplea una adecuada se esté perdiendo buena parte de las cualidades del vino.

No sólo hay una diferencia enorme entre emplear materiales no aptos, como la cerámica, el plástico o el vidrio, sino que incluso usando siempre cristal la percepción de lo que se bebe es notablemente distinta cuando se hace con una copa u otra.

El vino no cambia, sólo su expresión

El vino no cambia en función de la copa en que se disfruta, obviamente, sino que se expresa de diferentes maneras, mejor o peor; sus características se hacen más o menos perceptibles. Esa certeza es la que mueve a Riedel, el fabricante de copas más conocido del mundo, a demostrar el fenómeno con hechos a través de sus degustaciones.

La boca de la copa, su cuerpo y tamaño, y el grosor de las paredes acentúan o amortiguan las características del vino.

Si la embocadura es estrecha obliga a echar la cabeza hacia atrás para beber, con lo que el primer contacto del líquido se produce en la punta de la lengua, donde se concentran las papilas más sensibles a los sabores dulces.

Si es más ancha facilita el acceso a la parte media de la lengua, más preparada para lo salado y lo ácido. La parte de atrás es más sensible a los amargos.

La uva también cuenta

También es verdad que cada vino se desliza de forma distinta por la boca en función de las propiedades de las uvas con que ha sido confeccionado, un viaje en el que le puede acompañar mejor o peor la forma de la copa.

De la misma forma, un recipiente de paredes amplias permite que el centrifugado del vino humedezca más superficie, se produzca más evaporación intensificando así los aromas. Por eso, una copa grande facilita la captación de los olores en distintas capas: frutas, primero; vegetales, después; y tierra en el fondo.

La cantidad de líquido escanciada también contribuye a su mejor apreciación. La dosis óptima para el tinto oscila entre los 110 y los 140 militros; para el blanco, unos 85 ml; y unos 30 ml para los licores.



Desde los años 60, la familia Riedel ha trabajado con sumillers y enólogos con el propósito de dar con las copas más adecuadas no ya a cada clase de vino, sino a cada tipo de uva, a su sistema de elaboración y de envejecimiento. Es un trabajo de estudio y diseño, pero sobre todo de prueba y error entre decenas de expertos hasta dar con la mejor opción. La primera colección de esa investigación fue la Sommeliers, que tiene 30 tipos de copas para otros tantos tipos de bebidas.



En las demostraciones que Riedel y sus distribuidores --Euroselecció para España-- hacen para dar a conocer los secretos de cómo disfrutar mejor del vino, siempre se concluye que para un buen aficionado no es imprescindible disponer de una colección de copas de cristal entera. Tampoco hace falta ser un sibarita para notar las diferencias entre unas copas y otras.

La prueba

Las que aparecen sobre estas líneas fueron utilizadas para apreciar esos matices. Las tres del fondo se usaron para probar el champagne Delamotte blanc de blancs; hubo unanimidad entre los participantes en que la mejor era la copa veritas champagne: la 1, la primera de la izquierda.

El Château d'Amailhac del 2012 se degustó mejor, según todos los asistentes a la demostración, en la copa veritas cabernet: la A, la primera en la segunda fila por la izquierda. Siendo un tinto, casi todo el mundo hubiera dicho inialmente que la copa idónea era la tercera.

Finalmente, Quim Vila propuso comparar dos copas para probar un whisky de malta, Longrow, de diez años. Una era un caliz como los de vino, sin el tallo; y la otra, una estilo tulipa, la single malt. La mayor parte de los asistentes se decantó por la segunda, que permitía disfrutar de los aromas y el sabor del destilado con menos agresividad que la primera.

Los propios especialistas de la compañía austriaca reconocen que para un simple aficionado no es necesario tener una colección entera. Pero sí probablemente una específica para el tinto --la ideada para la variedad sirah es la más polivalente--, un poco más grande que favorece el protagonismo del contenido alcohólico; y la pensada para riesling en el caso de los blancos, porque -siendo más pequeña- está diseñada para favorecer las notas frutales por encima del alcohol.

La copa más barata de esta casa, gestionada ahora por la 11ª generación de los Riedel,  cuesta 12 euros y unos 50 la más cara. Los restaurantes de máximo nivel, como los distinguidos con estrellas Michelin, suelen disponer de alguna de las colecciones de este fabricante. Curiosamente, y pese a la tradición vitivinícola de Francia, en España hay más restaurantes que cuentan con este lujoso equipamiento.

FUENTE: http://www.cronicaglobal.com/es/notices/2015/09/cuidado-con-la-copa-que-no-le-maltrate-el-vino-24934.php

 

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