ARGENTINA 5 lugares para disfrutar gastronomía de cocineras argentinas

Cuanto admiro a Don Juan Carlos Fola,! brillante.

Guardianes del Verso


 Fuente: Fondo de Olla | Juan Carlos Fola.
bla bla blaA raíz de la nota que el colega, colaborador y amigo de Fondo de Olla, Mariano Sena, realizara para Vinos & Sabores, dirigida por Marcelo Murano, se me ocurrió hacer algunas reflexiones sobre el tema de la agricultura biodinámica y la vitivinicultura realizada bajo estas premisas.
Quiero empezar recordando sabias palabras del inefable Ricardo Santos: el vino te gusta o no te gusta. Y agrego que yo creo que sólo hay vinos buenos y vinos malos. Uno bueno no lo es por ser biodinámico, pero tampoco será peor si lo es. Ni un orgánico tampoco. De todas maneras, respeto a la agricultura orgánica por ser un interesante nicho de mercado, que la Argentina puede aprovechar por tener las condiciones geográficas para desarrollarla. Pero en ningún caso como en el vino, podemos decir que esa condición de cultivar la viña sin agregados químicos, sirve para hacer vinos más ricos y saludables. Nada que ver. Ahora bien, si hablamos de biodinamia, la cosa cambia.
Alejandro Bianchi, quien ostenta un apellido histórico de la vitivinicultura argentina, tiene sus principios y los respeto, pero no los comparto. El Buenalma (tal el nombre elegido por A.B.) más allá de ser biodinámico, podrá gustar o no. Su precio ($ 120) no gusta a nadie por cierto. Tampoco creo que tenga sustento científico que él mismo diga que en su finca sanrafaelina no “caen más granizo ni heladas” desde que practica la cultura ideada por Rudolf Steiner en 1800 y pico.
Cualquier fundamentalismo es malo; lo que se debe encontrar es un justo equilibrio. No me voy a privar de comer un asado, sólo porque la vaca esté vacunada contra la aftosa. Ni voy a dejar de tomar un vino elaborado con paso por barrica de roble, únicamente porque hay una tala indiscriminada de árboles en algunos lugares del planeta. Las duelas son un elemento legal, aunque utilizado para “engañarnos” con supuestos descriptores a madera y que cuestan mucho menos que una barrica de roble francés o americano. Dice A. Bianchi que los vinos orgánicos tienen un componente comercial, que no es una filosofía como la biodinamia. ¿De qué filosofía habla? ¿De cultivar según los signos del zodíaco, con cuernos de vaca, con piedras de las minas de Wanda?

Observo que quienes hacen biodinamia en el país son ex aristócratas y/o magnates que no saben qué hacer con su dinero ganado legalmente: Colomé y Hess, Noemia y la Condesa Cinzano (muy simpática por cierto), Piero Incisa della Rochetta (Bodega Chacra), los griegos de Krontyras. Y como el Buenalma de A.B., todos estos vinos se hallan certificados por Demeter, una consultora rosarina que no sabemos con qué avales cuenta para certificar algo. Tampoco podrá negarse que el rótulo “biodinámico” puede llegar a servir para vender más, como la etiqueta de “producto orgánico”. Dice Alejandro que a él no le interesa hacer vinos de alta gama, porque eso implicaría ser cómplice de la tala de bosques. Pero los cobra como si lo fueran. Y agrega que le importa más lo que “dice la tierra”, que lo que implica tomar un buen vino. La discusión está abierta, son al fin y al cabo distintos puntos de vista. Lo lamentable es que muchos se crean estas historias sin interiorizarse acerca de las prácticas esotéricas (calificativo que comparten los científicos) de Rudolf Steiner y sus seguidores fundamentalistas.

Hace bien Mariano Sena en la Revista Vinos & Sabores, cuando nos cuenta lo que piensa A. Bianchi, no opina como periodista sino que transmite simplemente lo que sustenta el bodeguero. Yo ahora me voy al campo a comer un asado de vaca vacunada contra la aftosa, con vino fermentado en barrica de roble y puesta en botella italiana, ensalada que podrá ser orgánica o no, y lo que venga. No por eso me considero un destructor de la tierra, ni soy enemigo de supuestos “guardianes del planeta”. Sí estoy en contra de los “guardianes del verso”. Que por desgracia cada vez hay más.

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