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Opinión: Primero, el Malbec

Los grandes y pequeños cambios que se han producido en el Malbec han llegado a conformar una población diversa y compleja. A partir de esta diversidad es posible realizar un trabajo de selección, tanto masal como clonal.

Cristian Sola
csola@mercierargentina.com.ar

El cepaje Malbec constituye en Argentina, una gran población capaz de expresar diferentes terruños y prácticas de manejo agronómico. El empirismo en los primeros tiempos de la viticultura argentina y la ciencia más adelante, fueron realizando una selección de esta población de acuerdo a los caracteres que en cada momento eran deseados por la industria, siguiendo la demanda del mercado. En la actualidad se han renovado los esfuerzos por obtener selecciones de Malbec tendientes a satisfacer los gustos y las posibilidades de los consumidores.

En el país, la población de la variedad tinta emblemática presenta una amplia dispersión fenotípica, reflejada principalmente en ciertos caracteres apreciables a simple vista. Los más sobresalientes son el vigor, la aptitud frutal, el tipo y forma del racimo, el tamaño de las bayas, el color del raquis y de las pieles, los aromas primarios, por mencionar sólo algunos. Estos caracteres están fuertemente influidos por las condiciones agroecológicas en las que se desenvuelve el viñedo (incluyendo en este aspecto el estatus sanitario) y por las prácticas culturales que se aplican a esas viñas. De este modo, el "aspecto" o fenotipo es el resultado de la interacción de estos tres componentes básicos: la genética, la condición agroecológica y el manejo.

La variabilidad genética, dentro de una población obtenida por multiplicación agámica, que es la que se utiliza en las vides de vinificar (estacas, injertos, acodos), exclusivamente se debe a mutaciones que afectan a individuos y que a través de los años se dispersan constituyendo poblaciones más o menos homogéneas, dependiendo de la frecuencia con que han ocurrido esas mutaciones, del mayor o menor intercambio de materiales vegetales con otras regiones y de la presión sobre la población que haya ejercido voluntariamente o no, el viticultor o el seleccionador. De allí el interés en iniciar las selecciones en antiguos viñedos, ya que son los únicos en los que a través de los años se pueden haber acumulado variaciones en cantidad e intensidad suficientes como para encontrar ejemplares diferentes. Estos cambios genéticos suelen ser imperceptibles, no alcanzan a modificar sustancialmente la secuencia de ADN de la planta como para que aparezcan manifestaciones fenotípicas tan importantes que permitan considerar al ejemplar como otra variedad.

En la Vitis vinífera, hay infinidad de ejemplos. Los más llamativos son aquellos en los que se ha producido una mutación en el color de la piel de las bayas, dando lugar a nuevas variedades, como por ejemplo: Pinot Noir, Pinot Gris y Pinot Blanc, tres variedades con ancestros comunes que difieren en el color de las bayas. Otro buen ejemplo lo constituyen las variedades Pinot Noir o Syrah, en las que se ha encontrado una gran diversidad y variabilidad genética que ha permitido la obtención, en Europa y el Nuevo Mundo, de un gran número de clones de estos cepajes con caracteres bien diferenciados entre sí. En cambio, otras variedades presentan poca variabilidad y es difícil obtener ejemplares distintivos, como es el caso del Petit Verdot.

Al interior de la población de Malbec existen infinidad de variantes, aunque ninguna de ellas se ha presentado en una intensidad tal que amerite considerarse una nueva variedad. Por ello, el trabajo de selección intravarietal, como el que se realiza en el Malbec, debe efectuarse con mucha paciencia y agudizando el espíritu de observación a través del tiempo y en diferentes condiciones agroecológicas y de manejo. Sólo el mantenimiento del carácter seleccionado a través del tiempo y en diferentes situaciones puede hacer pensar que se trata de una característica estable, de naturaleza genética y que podrá transmitirse a toda su descendencia.

En particular, en el Malbec se han producido muchos pequeños cambios, unos favorables y otros no tanto, llegando a conformar una población diversa y compleja. A partir de esta diversidad es posible realizar un trabajo de selección. Esta selección puede responder a la adaptación a las condiciones del "terroir", selección natural o a los objetivos del seleccionador. La naturaleza es la que produce los cambios y el seleccionador es el que determina cuáles prefiere.
Para la selección del Malbec, así como para la mayoría de las variedades viníferas, se utilizan dos métodos ampliamente difundidos en todo el mundo: las selecciones masales y las selecciones conales.

Métodos de selección
La selección masal consiste en elegir de una población, una finca o cuartel, las plantas que presentan un fenotipo (aspecto) determinado, acorde a los caracteres deseados. Así, según los objetivos, se toman en consideración caracteres relativamente simples de evaluar en la búsqueda de uvas aptas para elaboración de vinos de alta gama, recorriendo el viñedo en el momento de cosecha, identificando plantas según tamaño de racimo, tamaño de bayas y fertilidad de yemas, entre otros. Si el objetivo fuera diferente, por ejemplo, mantener el nivel cualitativo del viñedo pero eliminar las plantas de baja productividad, se marcarán las plantas "macho" o aquellas que muestran corrimiento de racimos. El resultado de la selección masal es una nueva población de plantas más reducida, integrada por todas aquellas que responden a los objetivos buscados. Se multiplica en lo sucesivo y se mantiene un cierto grado de variabilidad acotado por los límites impuestos por el seleccionador.

En la selección clonal se elige una sola planta, la que representa más acabadamente los caracteres deseados. A partir de esta planta inicial se multiplica agámicamente hasta alcanzar una nueva población muy homogénea, ya que todas descienden de ese único progenitor elegido. Las selecciones clonales se identifican con el nombre del vivero seleccionador y un número que generalmente responde a la ubicación de la planta inicial en la parcela. Al igual que en las selecciones masales, se realizan las evaluaciones agronómicas y enológicas. Una diferencia sustancial es que en las selecciones clonales se puede realizar un exhaustivo test sanitario, ya que se trata de un solo individuo inicial, que es sometido a todos los análisis (visuales, test ELISA e Indexing), garantizando el más alto status sanitario. Esto permite ingresar estas plantas iniciales al sistema de Certificación fiscalizado por el Instituto Nacional de Semillas (INASE).

Cristian Sola
csola@mercierargentina.com.ar

Un poco de historia

En Francia, y particularmente en la región de Cahors, los viñedos de Malbec se encontraban en estado de decrepitud en la década del ‘70. A la hora de reemplazarlos, aún cuando se trataba de la variedad característica de la región, no se disponía de materiales sanos y seleccionados con aptitud para afrontar las primaveras frías, típicas de la región. El ENTAV y el INRA se abocaron entonces a la tarea de seleccionar clones que se adaptaran a esa condición y así permitieron la reimplantación de viñedos con plantas sin corrimiento en floración.

En Argentina, los trabajos en selecciones clonales en Malbec, se iniciaron en la década del ‘90, y se terminaron de consolidar cuando se puso en marcha el laboratorio de análisis e Indexing del INTA Luján de Cuyo, permitiendo seleccionar materiales sanos. Tanto el INTA como los viveros, obtienen clones de Malbec distintivos por su comportamiento cualitativo, adaptados a vinos de alta gama. Entre los clones obtenidos por Vivero Mercier Argentina se encuentran: M136, M501, M504, M506, M512 y M713. Entre los clones obtenidos por INTA se destacan: INTA 002, INTA 009, INTA 012 e INTA 027.

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