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Los aromas del vino

José Rafael Arango enumera algunas familias aromáticas más reconocidas en los vinos.

"Quien dominase los olores dominará el corazón de las personas". Patrick Suskind

El sentido de la vista está ligado a la luz, el del gusto a sensaciones químicas y el del olfato es producto de la memoria. Por eso, el aroma, además de ser un estímulo físico-químico, está ligado a la cultura y el desarrollo de la persona. Por eso el olfato puede remitirnos a un recuerdo, una sensación o simplemente una alegría o un dolor.

La antigüedad estuvo plagada de aromas y se privilegió este sentido en culturas hedonistas como Grecia y Roma. No en vano perfumaban sus vinos con hierbas, mieles, especias, esencias florales, resinas de árboles y hasta agua de mar. Emperadores y emperatrices como Cleopatra, Nerón y Calígula tenían sus esencias personales como hoy Shakira, Beyonce o Antonio Banderas. Pero la modernidad, la ciencia y los absolutismos nos hicieron perder el rumbo de una sensación que puede, como la música, evocar sentimentalismo, intuición o nostalgia.

La alegría de la segunda mitad del siglo XX nos hizo revivir la pasión por este sentido antiguo y perdido. A continuación, enumeraré algunas de familias aromáticas más reconocidas en los vinos, para que usted juegue a descubrir este inefable placer:

Florales: Producto de algunos vinos blancos muy aromáticos o algunos tintos muy delicados en los que se perciben el olor de la rosa, violeta, jazmines, tilo, azahar y acacia.

Maderas: Provienen de la evolución de los taninos o derivados de la madera de roble, en vinos que han pasado por las barricas de conservación en los que se distinguen aromas a caja de puros, coco, cedro, incienso o vainilla.

Animales: Corresponden por una parte a los olores almizclados de ciertas variedades de cepas aromáticas y, por otra parte, a ciertos olores de carne y de caza, que nos recuerdan algunos vinos viejos de larga guarda y evolución en barrica y en botella. Se pueden percibir olores a cuero, sudor y establo.

Especiados: Recuerdan a la pimienta, clavo, azafrán o canela, y provienen de notas que aparecen en algunas cepas o incluso en vinos de guarda.

Balsámicos: Corresponden a vinos con olores de resina fina, incienso, laurel, mentolados y pino. Se encuentran de manera natural en vinos como los shiraz de Barrosa, en Australia, o del valle de Aconcagua, en Chile.

Afrutados: Se dividen en siete tipos de frutas: Las cítricas (naranja, mandarina, maracuyá) se encuentran en los sauvignon blanc; las exóticas (banano, piña, guayaba) son típicas de los chardonnay; las rojas (fresa, cereza, frambuesa) detectables en los Cabernet Sauvignon; las negras (mora, ciruelas) clásicos en los Malbec argentinos; con pepitas (manzana, pera) son fáciles de percibir en los vinos espumosos; las amarillas (melón, durazno, albaricoque) aparecen en los vinos dulces de cosecha tardía; las secas (almendra, avellana, nuez) en vinos fortificados como los oportos o algunos jereces.

Vegetales: Hay de tres tipos que se dividen en: herbáceos (pasto cortado), típicos de blancos como el verdejo; setas (trufa), que aparecen en algunos Chianti toscanos y verduras (pimentón verde), en el Carmenere chileno.

Tostados: Son olores a quemado, ahumado o cocido; también pertenecen a la familia del caramelo, chocolate, café. Presentes en vinos con buena crianza en barrica y pueden aparecer en muchos vinos como el Malbec del valle de Uco o en Merlot de Pomerol.

Minerales: olores como el pedernal, la pólvora, el petróleo o la mina de lápiz. Aparecen en vinos como el Riesling del Mosela o el Sylvaner de Alsacia. La mina de lápiz es clásica en algunos caldos tintos bordeleses.

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